Condenado a Muerte por Culpa de una Traducción

Si usted es un interprete/traductor ¿Se ha puesto a pensar que tanto arriesga en el desarrollo de su trabajo? … ¿el prestigio? ¿Un momento de calma? ¿la confianza que le tienen las personas?… O ¿No arriesga nada? El asunto, me hace recordar la historia que comenta Umberto Eco (2008:31) que escuchaba de niño sobre la ocupación italiana de Libia:
«…se contaba, pues, de un aventurero italiano, que seguía a las tropas de ocupación y se había hecho contratar como intérprete del árabe, sin conocer la lengua para nada. Cuando se capturaba a un presunto rebelde, se le sometía a interrogatorio: el oficial italiano formulaba la pregunta en italiano, el falso intérprete pronunciaba algunas frases en árabe de invención suya, el interrogado no entendía y respondía quien sabe qué (probablemente que no entendía nada); entonces el intérprete traducía al italiano a su antojo, qué sé yo, que el prisionero de negaba a contestar, o que confesaba todo, y el rebelde solía ser ahorcado. Me imagino que alguna vez el canalla actuaría de manera piadosa, poniendo en la boca de sus desventurados interlocutores frases que los salvaran. Quizá el intérprete vivió honorablemente con el dinero que le correspondía, quizá lo descubrieron -y lo peor que pudo sucederle es que lo despidieran»
Sin embargo, no creo que siempre un traductor/intérprete salga tan campante.
Concuerdo con Eco en que la interpretación/traducción -como lo menciona más adelante del relato- ‘es un asunto serio que impone una deontología profesional’ que nunca se podrá rebatir. Nunca alguien podrá argüir, por ejemplo, que aquel falso intérprete italiano hizo las cosas bien. Aunque existe un amplio espectro hermenéutico en cada texto traducido, definitivamente existen traducciones malas y como en este caso, malvadas.
La reflexión giraría entorno a que tanto pierde un traductor, en un error de interpretación o un error ético, o un error digamos «administrativo». En el caso que los remitiré, el traductor tiene en juego su vida, pues puede ser condenado a muerte por el gobierno musulmán, por traducir mal el Corán. Lo curioso es que este «error» de interpretación, no es lingüístico, ni técnico (por lo menos hasta donde sé) sino administrativo, con un trasfondo claramente ideológico.
El Señor Ahmed Gus Zalmai cometió la equivocación de distribuir una edición del Corán, en una lengua distinta al árabe… sin el texto en árabe. Los islamitas no aceptan que el Corán sea traducido, pues alegan que sólo la edición en el idioma original (árabe) es la palabra de Dios. Como más de la mitad de los Islamitas no hablan árabe, se aceptan las traducciones, con la condición de que adjunten el texto en árabe a la traducción del idioma de destino. Zalmai no lo hizo así (no sabemos por qué) y ahora espera en el peor de los casos la muerte.
Los dejo con algunos enlaces relacionados con el suceso
Umberto Eco (2008) Decir casi lo mismo Ed Lumen

Acerca de abarretoz

Sign Language Linguist and Anthropologist
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